lunes, 31 de octubre de 2011

La mujer fotografiada: el caso del aborto

por Ana Clara Bórmida
Centro de Comunicación y Género 

La visibilización de la mujer en los medios de comunicación, muy a menudo se encuentra relacionada con estereotipos vinculados a la belleza, a la violencia y a la maternidad. Estos estereotipos se producen y reproducen en muchos espacios sociales, siendo los medios de información uno de ellos. Entendiendo que el género informativo se ha  consolidado como un tipo de discurso que está socialmente legitimado para clasificar, delimitar e  interpretar  los mundos  femeninos y masculinos desde el binarismo propio de una matriz heteronormativa, puede así definir los lugares sociales que les corresponden a mujeres y varones.

En este caso analizaremos las fotografías que circulan en diarios, revistas, y medios de información cibernéticos que muestran a aquellas mujeres que son visibilizadas en estos espacios de comunicación social. Se hará foco en cómo, desde los medios, se construye el cuerpo de la mujer a partir de las imágenes fotográficas.

La fotografía es una imagen fija que sirve para señalar algo. Tal como lo describió Susan Sontag en Sobre la fotografía: “Las fotografías pueden ser más memorables que las imágenes móviles, pues son fracciones de tiempo nítidas, que no fluyen. La televisión es un caudal de imágenes indiscriminadas, y cada cual anula a la precedente. Cada fotografía fija es un momento privilegiado convertido en un objeto delgado que se puede guardar y volver a mirar. Fotografías como la que cubrió la primera plana de casi todos los diarios del mundo en 1972 –una niña survietnamita desnuda recién rociada con napalm estadounidense que corre hacia una cámara por una carretera, chillando de dolor, con los brazos abiertos –probablemente contribuyeron más que cien horas de atrocidades televisadas a incrementar la repugnancia del público ante la guerra”.


A la vez, la fotografía es un discurso subjetivamente construido sobre una realidad. Su inclusión en los periódicos siempre está cargada de intencionalidad, y no se la debe considerar como una mera acompañante del texto escrito, sino como un lenguaje autónomo, capaz de comunicar por sí sólo, que aparece inserto en un producto comunicacional en el cual cumple su rol específico. A su vez, los lectores/as de ese texto, codifican la imagen según la situación referencial y la convencionalidad social en la que esa fotografía se ha producido.
Según Lorenzo Vilches, la fotografía es un hecho comunicativo, y su lectura adecuada no sólo consiste en retomar las intenciones explícitas del autor, sino además se trata de descifrar el suplemento de significación que ella evidencia en tanto participa del simbolismo de una época.

La mujer fotografiada
En una primera instancia, se puede afirmar que la mayor parte de las fotografías que se publican en los medios de información muestran a mujeres a partir de tres grandes rasgos, que se interrelacionan entre sí: la belleza, la juventud y el erotismo.
Se considera a la belleza como llave de acceso al mercado laboral y al éxito. Incluso en las secciones en las que se trata noticias vinculadas con la política, la mujer es más visibilizada cuánta más belleza posea. “En las últimas décadas, se ha institucionalizado el mito de la belleza como transformador entre la mujer y la vida pública. Conecta la energía de las mujeres a la máquina de poder (…)”, escribió Naomi Wolf en “El Mito de la Belleza”. Sin embargo, es necesario aclarar que la mayor visibilización de la mujer corresponde a las secciones de espectáculos e información general.
Estos parámetros se modifican cuando se trata de la mujer madre: el erotismo se transforma en inocencia. “La sociedad reconoce su posesión y la reviste, además, de un carácter sagrado. El seno, que antes era un objeto erótico puede exhibirlo ahora, porque es fuente de vida, hasta el punto que hay cuadros piadosos que nos muestran a la Virgen madre descubriéndose el pecho para suplicar a su Hijo que salve a la Humanidad”, escribió Simone de Beauvoir en “El Segundo Sexo”.

En este sentido, los medios gráficos de comunicación utilizan fotografías para hablar del aborto que no dejan de estar vinculadas a la maternidad, a lo político, a lo religioso, y a un reclamo histórico de las mujeres feministas, mas no de la sociedad toda. Es así como a través de fotografías se da cuenta de quiénes son las voces socialmente habilitadas para hablar sobre el aborto: obispos, funcionarios, legisladores y jueces.
A su vez, muchas de las fotografías que se publican respecto de esta temática muestran a mujeres realizando manifestaciones en reclamo de leyes que den un marco legal y despenalicen la interrupción voluntaria del embarazo. Es decir, que mientras el Estado y las Instituciones que ejercen influencia en sus decisiones son voces socialmente autorizadas para hablar sobre el aborto y su despenalización, son las mujeres feministas quienes reclaman por su legalización. De lo cual subyace que se entiende –también desde los medios de comunicación- al aborto como una cuestión sólo relativa a las mujeres y no a la sociedad toda.

De modo que queda sobre la mesa lo planteado por Katerine MacKinnon, en Hacia una Teoría Feminista del Estado, en el que escribió: “El Estado, a través de la ley, institucionaliza el poder masculino sobre las mujeres institucionalizando en la ley el punto de vista masculino. Su primer acto de Estado es ver a las mujeres desde la perspectiva del dominio masculino; el siguiente es tratarlas de esta forma. Este poder, este Estado, no es un lugar concreto, sino una red de sanciones repartidas por toda la sociedad que «controla los medios principales de coacción» que estructuran la vida diaria de la mujer”.







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