miércoles, 13 de marzo de 2013

Ni flores ni bombones: día de lucha.

* Por María Florencia Actis

                Es insostenible afirmar que la violencia de género es un emergente social. La lucha hacia la equidad de los géneros recorre la cronología occidental moderna precisamente porque la inferioridad material y simbólica ha constituido un destino común de las mujeres desde la conformación de los estados nacionales. Las posibilidades de acceso a la arena política, jurídica, académica, laboral estuvieron postergadas en contraste con la viva actividad pública de la población masculina, sin mencionar el derecho negado sobre el propio cuerpo y la sexualidad. 

              En la proclama de la Revolución Francesa fue desechada como una quimera la inminente esperanza de equiparar oportunidades entre varones y mujeres. Pese a la tumultaria participación femenina en las calles y en clubes “fraternales” de la época, era inconcebible, incluso para muchas mujeres, compartir responsabilidades política con los varones.   

            La revisión histórica demuestra que el feminismo no puede referir a un movimiento de mujeres unívoco. Diferentes propósitos y perspectivas encarnizaron militancias disímiles configurando tramas complejas que suturaron intereses de clase, nacionalidad, etnias, ideología, coyuntura. Las demandas fueron renovándose de acuerdo a correlaciones de fuerzas, actores/as acaecidos en la escena política y consagraciones alcanzadas, como el sufragio femenino. Desde los años 60, cobró ímpetu la reivindicación vinculada a los derechos sexuales y reproductivos; puntualmente la gratuidad del aborto bajo la concepción una maternidad libre y autoconcebida.

               Los derechos humanos de las mujeres han sido asuntos de segunda o tercera necesidad de las agendas institucionales. Si bien la situación argentina es ejemplar y adelantada respecto de otros países en materia de reconocimiento de derechos de las mujeres y diversas identidades de género,  - vale recordar en 2009 la aprobación de la ley integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollan sus relaciones interpersonales (26.485), en 2010 la ley de matrimonio igualitario (26.618) y en 2012 la ley de identidad de género (26.743)- , el restablecimiento pleno y efectivo de los derechos sigue siendo una asignatura pendiente.

            El trato violento hacia las mujeres es una forma instituida y legitimada de construir relaciones sociales. Hablar de género implica reconocer el ejercicio del poder de unos sobre otras; entrever sentidos y prácticas estructurantes de una cultura hegemonizada por varones. Por ello, la categoría de violencia de género comporta  en sí misma un espesor ideológico, más allá de su notoriedad actual en los medios de comunicación, muchas veces ligera y parcializada donde violencia remite sólo al golpe físico. 

          Argentina se encuentra entre los cuatro países con mayor índice de violencia de género en América Latina, luego de México, Guatemala y Costa Rica. Según los recuentos de la ONG La Casa del Encuentro, única entidad que centraliza los casos relevados por medios de comunicación y agencias de noticias de todo el país; en 2009 se registraron 231 femicidios (incluyendo los femicidios vinculados de mujeres y niñas; y vinculados de hombres y niños); en 2010, 260; en 2011, 282; y sólo en el primer semestre del año 2012 fueron identificados 291 casos. De acuerdo al Observatorio de Femicidios en Argentina de la Sociedad Civil Adriana Marisel Zambrano, cada tres días, dos mujeres son asesinadas en el país como consecuencia de la violencia de género.

         Los múltiples y multifacéticos padecimientos y riesgos que atraviesan a las mujeres tienen un arraigamiento y un trasfondo sociocultural basado en estereotipos y mandatos que condicionan su existencia y la mirada puesta sobre ellas. El 8 de marzo, forjado como un día de lucha y visibilidad de las mujeres data de principios del siglo pasado y se pregonó formalmente por la Asamblea General de la ONU en 1977.  Hoy, constituye una oportunidad de encuentro para profundizar la difusión, debates, líneas de acción, y diálogo entre los organismos estatales, ONGs y movimientos sociales avocados, desde sus especificidades, a generar un cambio social real en las relaciones de género heredadas y las violencias que éstas (re)producen.

                Desde el Observatorio de Medios, Comunicación y Género se pone en cuestionamiento la tríada cuerpo/poder/violencia en el relato público informativo, reconociendo las estrategias discursivas y manifestaciones simbólicas que adopta el poder a la hora de representar el cuerpo femenino, puntualmente, el de aquellas mujeres víctimas de femicidios y distintas violencias. Con una perspectiva de género, se analizan los medios de comunicación en tanto agentes sociales que refuerzan significados compartidos, imaginarios de orden, opiniones públicas, “modelos de comportamiento operantes”; en tanto productores de cultura.
  
                En el marco de una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el espacio realizó en 2012 la jornada “Comunicación y género, complejidades y tensiones”, en la sede del bosque de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP e invitó y destacó la labor en el campo de comunicación/género de Sonia Sánchez, autora del libro “Ninguna mujer nace para puta”,  Mariana Carabajal, periodista del diario Página/12 especializada en la temática e integrantes del Colectivo Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto, compiladoras del libro “Todo lo que querés saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas”.

             El 2013 impone la necesidad de reencontrarnos y continuar rindiendo homenaje a quienes, cotidianamente, pujan por ampliar el alcance, y consumar el reconocimiento, de los derechos humanos de todos y todas. La jornada-debate,  “Mujeres y Derechos Humanos: avances y articulaciones en comunicación y género”, se llevará a cabo el jueves 14, a las 16 horas en el aula 19  de la sede del Bosque, con el objetivo de socializar experiencias académicas que resulten problematizadoras de los roles de género y relatos hegemónicos que los constituyen, contando con la participación de estudiantes de grado y posgrado que expondrán producciones documentales y avances de investigaciones de nuestra facultad.