viernes, 17 de mayo de 2013

La omisión también es ideológica


*María Florencia Actis

“Se enojó con su mujer y estrelló a su bebe de un año contra el suelo”,  así tituló Clarín la noticia sobre un claro episodio de violencia de género que tuvo lugar en un hospital de Shanghái, China. A pesar de la corta extensión de la nota, algunos elementos son indicativos de una relación de pareja mediada por el “permiso” de dominio de uno sobre la otra. Un hombre golpea a su mujer hasta dejarla internada, con heridas graves en el abdomen. A los días, Chen, el agresor, se comunica con ella para ir a visitarla y al enterarse que ya había sido dada de alta sin su anoticiamiento, arroja fuertemente al bebé que tenía en brazos, hijo en común con la víctima, al punto de provocarle una comprometida lesión craneal.

El escenario es dramático, no sólo por la transcendencia física de la violencia que puso en riesgo la vida de un bebé de un año y complicó la integridad corporal de la joven, sino  también por la insignificancia existencial de la mujer y la anulación de todo derecho humano ante los ojos del hombre. La persecución y control que ejerce impunemente sobre el destino de su novia no fueron aspectos visibles, y menos aun problematizados, en la cobertura del caso; el foco estuvo puesto en el ataque contra el bebé. La retórica de la emoción violenta queda sellada en el título (“Se enojó con su mujer..”), y reforzada en varias expresiones en el cuerpo de la nota, por ejemplo al explicar la internación de la mujer  como producto de una discusión de pareja, en la que el susodicho Chen, le habría provocado heridas abdominales. Asimismo, al retratar el incidente con el bebé como producto de un “ataque de ira”.

El concepto penal de “estado de emoción violenta” remite a un fuerte estallido de origen afectivo. Esta figura despierta polémica por explicar –y justificar-  situaciones de violencia, en muchos casos culminantes con la muerte, desarraigándolas de su naturaleza y entorno social y cultural, de la compleja trama de relaciones, realidades, sentidos y poder  en que se concretiza el accionar violento. Privilegiar el factor psíquico y emocional implica menospreciar otros debates que permiten acceder a la comprensión global y a la raíz del problema de la violencia de género y los femicidios a escala mundial.

Como plantea Cornelius Castoriadis, el imaginario social instituyente produce activamente mitos –piezas fundamentales del rompecabezas social-, que regulan, organizan, estipulan, y no sólo prohíben, en el obrar de los individuos. Las piezas de este imaginario producen y legalizan acciones, instituciones y discursos. Para encontrar el umbral de argumentaciones que racionalizan la violencia “física” de género, hay que buscar en el imaginario de cada sociedad, en la configuración de los roles de género, que siempre encierra violencia y desigualdad simbólica, política, semántica, reconociendo sus componentes territoriales, históricos, idiosincráticos particulares; y también reconociendo continuidades transfronterizas. 

En la era globalizada, de efectivas posibilidades técnicas, tecnológicas, informacionales y estéticas de diálogo entre generaciones y pueblos, ciertos patrones valorativos y conductuales se homogeneizan. En relación al género, también se mundializan imágenes y modelos de belleza consolidando emergentes imaginarios sociales globales. La violencia de género, dentro de la esfera interpersonal de una pareja, reproduce lógicas y esquemas similares a lo largo de los países occidentales, en la mayoría de ellos, la función social de la mujer oscila entre la maternidad compulsiva y la prestación de su cuerpo como objeto de consumo sexual.

Es importante destacar que los medios de comunicación resultan co-partícipes de estas violencias al reproducir, no desde la argumentación racional porque advierten protocolos vigentes, pero sí desde un lenguaje alusivo a las causas de la emoción violenta y una evidente desestimación de aristas propias de los hechos noticiables que, de incluirlas, sería de gran ayuda hacia la concepción  superadora de que la violencia de género y su erradicación es responsabilidad de todos/as.  La omisión mediática también es violencia. 

viernes, 10 de mayo de 2013

Violencia invisible: el lugar de la mujer en los medios


El caso de Clarín

*María Florencia Actis

Esta semana tuvo relativo impacto en varios medios el contenido de un programa emitido por la televisión pública danesa, estilo reality show, ideado por el músico de jazz Thomas Blachmanen, en el cual un jurado, conformado por varones, observa y evalúa el cuerpo de las mujeres. Ellas compiten entre sí mostrándose absolutamente desnudas, sometiéndose a la voluntad de “los jueces”, -que generalmente las hacen dar vueltas,  agacharse o mostrar determinada parte- y a su posterior dictamen. La cobertura mediática de Clarín al respecto,  hace mención en su párrafo inicial a las fuertes críticas que ya recibió no sólo en Dinamarca, sino también en el resto de Europa y Estados Unidos por tratarse del programa “más sexista hasta el momento”.

La pregunta es con qué vara se mide el nivel de sexismo en los medios; y desde qué lugar calificado un medio gráfico que reproduce diariamente imágenes de mujeres-objeto, construye este hecho noticiable con tonalidad crítica y escandalizada. El estigma cosificante no viene dado por mostrar más o mostrar menos; sino por el significado social que se adjudica  al cuerpo femenino; y los alcances/consecuencias fácticas de esta representación.

El cuerpo femenino, concebido como un objeto y confinado de la soberanía de las mujeres, se interviene cotidianamente en busca de satisfacción del deseo masculino, procurando reflejar lo que la sociedad, gobernada por una cosmovisión masculina, consigna para ellos: belleza, higiene, salud y esencialmente, pasividad erótica. La dimensión erótica del cuerpo está vinculada a la idea de sensualidad para ser admirada, distinguida, deleitada. La función activa, de admirar y cuestionar o complacerse, está reservada para el varón que se constituye en Sujeto. El marido o cualquier desconocido en la vía pública, se adjudica el derecho “natural” de verbalizar qué tanto le gusta ese cuerpo, o qué partes del mismo habría que tonificar, adelgazar o rellenar; ignorando voluntariamente la percepción subjetiva y relación que esa mujer establece con su propio cuerpo, o cómo pueden repercutir en ella las miradas, comentarios, observaciones,  sátiras y/o piropos. El agrado o no con su cuerpo está enérgicamente condicionado  por el nivel de agrado que el conjunto social le manifiesta –valiéndose de un reticulado discursos sociales- (“El cuerpo de la mujer tiene sed de las palabras de un hombre”, aseguró el conductor del programa en cuestión).

La desigualdad simbólica de género,  la apropiación y control del erotismo de la mujer, se explica a través de estrategias biopolíticas de reproducción social, que generaron formas de apropiación desigual del capital cultural como de acceso a los circuitos de calificación laboral, centros de poder, etc.  Tal y como lo describe Ana María Fernández, “La conyugalidad occidental ha sido la forma secularizada de instituir el control sobre la sexualidad de las mujeres y el derecho exclusivo del marido sobre la sexualidad de la esposa”.

Cuando se habla de violencia mediática en materia de género, no sólo se circunscribe a mecanismos  desmoralizantes fácilmente reconocibles, como el caso del polémico reality; sino también a cualquier operación simbólica que fomente estereotipos, prácticas y parámetros que reifiquen la pasividad femenina por la cual la mujer, de una manera u otra, se aliena de la propiedad y exploración de su cuerpo, registro de sus deseos y búsqueda activa de sus placeres.

Las duras adjudicaciones que lanza el/la periodista de Clarín al reality show (“ La incomodidad es evidente: la mujer queda dura de frente a sus torturadores televisivos y hace lo que le piden que haga”) contrasta con el lenguaje,  imágenes y postura que el medio adopta para personificar a la mujer  ejemplar en su suplemento Entre Mujeres, subdividido en las secciones “Moda”, “Belleza”, “Vida Sana”, “Hogar y Familia”, “Pareja y Sexo”, “Trabajo”.  También incluyen la voz de la productora del reality al defender la idea original del ciclo y su continuidad en el aire, induciendo a la ridiculización del testimonio: “En el fondo revela lo que los hombres piensan del cuerpo de las mujeres, ¿qué hay de malo en eso?”, afirmó Sofia Fromberg, del staff del programa.

 El problema no es el brote de criticidad, sino la falta de criterio a la hora de determinar qué es violencia de género, desconociendo sus mecanismos sublimatorios a los que el mismo medio, Clarín en este caso, contribuye.









Bibliografía consultada:

Fernández, Ana María, “Violencia y Conyugalidad: una relación necesaria. La gestión de las fragilidades y resistencias femeninas  en las relaciones de poder entre los géneros”, Cap. IV del libro, “La mujer y la violencia invisible”, Gilberti Eva y otras.

Piedad Córdoba Mujer luchadora por la unidad de los pueblos latinoamericanos


 *Por Juliana Díaz Lozano, Laboratorio de Género y Comunicación. FP y CS- UNLP


Esta semana estuvo en Argentina la militante y política colombiana Piedad Córdoba Ruiz, integrante de Marcha Patriótica y referenta de los diálogos de paz en Colombia. En visitas oficiales y no oficiales, la Senadora destituida señaló la importancia de la finalización del conflicto armado en su país, impulsado por las políticas norteamericanas en connivencia con el poder político y económico local.

En sus relatos, denunció las políticas de ocupación militar, para el control político y el saqueo de las riquezas planificadas por Estados Unidos en complicidad con el ex presidente Álvaro Uribe, y específicamente la continuidad del Plan Colombia avalado por las autoridades de ese país. Igualmente resaltó la importancia de los procesos de unidad latinoamericanos recientes, como formas de solidaridad entre gobiernos pero también entre los pueblos.

Las organizaciones de mujeres en Colombia vienen señalando y denunciando las violencias particulares que padecen las mujeres en el marco de esta situación. La militarización que sufre Colombia, y países hermanos como Haití y Honduras, tienen consecuencias especiales para la vida de las mujeres que pueblan esos territorios. La presencia militar (ya sea del Ejército como de las fuerzas paramilitares) se traduce en una situación de violencia extrema hacia las mujeres, manifestada en confinamientos, violaciones, embarazos forzados, feminicidios. Según afirmó la Marcha Mundial de las Mujeres, una organización plurinacional de activistas, en una entrevista que le realizamos: “la impunidad del gobierno y las fuerzas paramilitares, exacerba la violencia sexista y los valores del patriarcado, colocando a los cuerpos de las mujeres como territorios del terror de la guerra". 
Piedad Córdoba conforma la alianza Colombianos y Colombianas por la paz, dentro de la que se encuentra la Asamblea de Mujeres por La Paz. Este colectivo promueve la concientización sobre las violencias específicas padecidas por las mujeres en los últimos diez años en Colombia y sus consignas principales son: “¡Ni un hombre, ni una mujer, ni un peso para la guerra!”, “por nuestros muertos, ni un minuto de silencio, miles de años de resistencia”, “¡mi cuerpo es mi casa, mi casa es mi territorio, no entrego las llaves!”. Esta última frase alude directamente al avance sobre el cuerpo de las mujeres como primer territorio del conflicto armado.
Además de las situaciones de violencia explícita sobre el cuerpo de las mujeres, la guerra en Colombia implica, según Piedad, cifras alarmantes: 8 millones de personas desplazadas, más de 60 mil desaparecidos/as y más de 3 mil ejecuciones extrajudiciales. El avance neoliberal armado dejó en este país a 28 millones de personas en situación de pobreza y 8 millones de indigentes. Estos números, también tienen incidencia genérica, ya que sobre las mujeres pesan la resolución de los problemas económicos domésticos, son quienes encabezan el desplazamiento forzado en el caso de reclutamiento obligatorio de novios y maridos o el arrasamiento de territorios. En otros casos, son las mujeres quienes se quedan en los territorios arrasados por el conflicto, cuidando las tierras para que no sean ocupadas por las multinacionales.
La figura de Piedad Córdoba (mujer, latinoamericana y afrodescendiente) nos permite reflexionar de una manera integral sobre las implicancias del avance de las multinacionales y las fuerzas armadas. También supone resaltar las resistencias cotidianas de las mujeres en Colombia y en América Latina, enfrentadas además y muchas veces en soledad, al desafío de vérselas con la resolución de la cotidianidad en medio de un contexto de violencia generalizado. 

viernes, 3 de mayo de 2013

La Iglesia Católica deberá indemnizar a la víctima por encubrir a un cura pedófilo


Actis, María Florencia
Si bien el daño moral puede ser resarcido económicamente, las nuevas autopercepciones del cuerpo como efecto del poder flagelante actúan, reconfigurando, la constitución subjetiva del niño, niña o joven abusado/a sexualmente. Las consecuencias traumáticas que enfrente el sujeto son designadas por la psicología como un “síndrome de acomodación”, ya que explica las dificultades para reconciliar su mundo de experiencias “privadas” con el flujo de experiencias provenientes del mundo “público”- exterior; mediadas por la culpa. Desde otra perspectiva, podríamos entender al abuso sexual infantil como una práctica que demuestra dominio físico, erigido sobre una desigualdad simbólica, anulando la voluntad del niño/a; una experiencia vital que trastorna las significaciones que adquiere sobre su entorno mediato e inmediato, altera los condiciones en que transcurre su vida personal y social, los parámetros para conocer, relacionarse, concebirse, proyectarse. Los modos en que se narra, se encuadra y se re-construye dicha vivencia en definitiva la determinan. Se trata de la dimensión formativa del uso del poder, el efecto de ese poder generando estructuras productivas de subjetividad.
Un tal Gabriel tenía quince años, vivía en Berazategui y tenía una enérgica impronta religiosa en su formación. Él y sus dos hermanos, participaban activamente durante sus años de adolescencia en de las misas, ayudando a los párrocos, y de otras iniciativas del culto católico. Beatriz Varela fue catequista y voluntaria de la Obra de María, en la diócesis de Quilmes. En 2002, luego de sufrir un abuso sexual por parte de un cura del barrio, Rubén Pardo, fallecido tres años después del hecho, se vio fuertemente decepcionado, tanto por la acción que él consideraba hasta ése momento de responsabilidad individual, como por el silencio corporativo y velo de impunidad y “perdón” que intentaron desplegar las jerarquías de la institución, en particular, el entonces obispo de Quilmes, Luis Stockler.
En los últimos días, la Cámara de Apelaciones de Quilmes ratificó la sentencia del Juzgado Civil y Comercial N2, que encontró culpable a Pardo y obligó al Obispado de ese distrito a pagar una indemnización a la víctima y su familia por el delito de pedofilia que ronda los 155 mil pesos: 120 mil en concepto de daños morales,  7.800 para tratamiento psicológico para Gabriel, además de los intereses por los 11 años que distan desde la consumación del delito sexual y que tardó en llegar la Justicia penal.
La querella expresó una sensación satisfactoria, “reparadora” luego de escuchar este fallo, primero en la historia argentina que sanciona monetariamente a la iglesia católica por un caso de pedofilia, luego de quedar evidenciado el rol de complicidad y tendiente al ocultamiento de la verdad que jugó la institución en los años posteriores al abuso, enviando al sacerdote implicado a confesar niños/as a Córdoba, paradójicamente.
Los dos medios que abordaron el tema fueron Página/12 y La Nación, construyendo relatos con profundidad temática y testimonial desigual.  En Clarín digital no se hizo mención a la decisión judicial. En el orden local, el mismo escepticismo de El Día.  
La Nación dio espacio el día lunes 29 y martes 30, en dos notas de extensión estándar y desde una voz “neutral” que relata los hechos cronológicamente; no arriesga ningún análisis pormenorizado sobre la problemática de los abusos.  Se nutre principalmente del testimonio de la víctima, reproduciendo análisis que él imparte en relación al grado de “cotidianeidad” de esta forma de violencia perpetrada contra los/as niños/as en nuestra sociedad. En este sentido, para retratar la decadente postura de la iglesia, subtitula “Burla” los párrafos en que el denunciante detalla cómo pontífices argumentaron lo sucedido (“Le dijo a mi mamá que tenía que ser considerada con las personas que elegían el celibato porque podrían tener momentos de debilidad. Así llamó a un hecho tan aberrante como la pedofilia"). El apartado en cuestión, que es el último, cierra la nota con una frase contundente: "callarlo es tener complicidad”, alusiva no sólo al papel de quienes rodean a la víctima, saben del caso y no accionan (e incluso, ejecutan mecanismos de inducción al silencio, principalmente la iglesia en este caso, las familias de las víctimas en muchos otros), sino también a la elección de omitir de la propia víctima. En la nota publicada el día martes 30, reiterando en el cuerpo de la nota casi la totalidad de los datos y declaraciones, deja de mencionar que el pedófilo murió a causa de vih sida en 2005.
Página/12, por su parte, en su versión digital, publicó el lunes 29 una nota sobre el caso titulada “Este fallo me da mucha tranquilidad y consuelo”, que ordenó en la sección El País, y ocupó un espacio preferencial en la portada de noticias del día.  En cuanto al tratamiento en este medio particular, la nota presenta una extensión considerable, que incluye una puesta en contexto del hecho y una reconstrucción de la escena del crimen a través de una entrevista con el protagonista. También hay una evocación a distintos responsables, más y menos directos, que tuvieron conocimiento del abuso y cuyas respuestas fueron nulas. Por último, se emplean adjetivos y reflexiones que vislumbran el posicionamiento de la periodista, por ejemplo “La Iglesia nunca reconoció el hecho como un delito aberrante”. Vale la pena recalcar, que el día martes 30 de abril, en la mini sección catalogada “Pirulo de Tapa”, enfatizaron con el título “Ex comulgado” la situación de un sacerdote -Roberto Francisco Daniel- que fue ex comulgado luego de “bajar línea” durante una ceremonia en que cuestionaba las prohibiciones “sexuales” de la Iglesia Católica y su dogma, desanclado en tiempo, espacio y culturas.