[*] María Florencia Actis.
El día Internacional de la mujer ha devenido en una oportunidad más del patriarcado para mercantilizar nuestros derechos. Marzo se conoce como “el mes de la mujer”, en el cual distintos comercios y marcas ofertan sus productos de belleza, indumentaria “femenina” y electrodomésticos hogareños, con importantes descuentos y promociones. También se presenta como una instancia en que varones agasajan con cenas, flores, chocolates y piropos a “sus mujeres”.
En este sentido, la crítica a este proceso de banalización y vaciamiento de sentido político (pero establecimiento de otros sentidos) del 8 de marzo, está relacionada con varias cuestiones, de las cuales mencionaremos sólo algunas. En primer lugar, se conmemora este día, porque a principios de siglo en Europa, más precisamente en 1910 en la capital danesa de Copenhague, la militante comunista Clara Zetkin, propuso declarar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en una conferencia integrada por más de cien mujeres, provenientes de diecisiete países; moción aceptada por unanimidad con el objetivo de visibilizar las condiciones de inequidad en que trabajaban las mujeres respecto de los varones, y la restricción para ellas de la esfera política tradicional. En el período previo al inicio de la Primera Guerra Mundial, las mujeres se organizaban en reclamo de paz y de una mejor calidad de vida, la mayoría de las veces, de manera “ofensiva”, tomando la voz y las calles. El 8 de marzo, desde sus albores, se erigió como un escenario de lucha, donde la mujer por diferentes causas, ya sea en defensa de sus propios derechos, o en exigencia de una vida digna para sus hijos/as y esposos, se han convertido en sujetxs protagonistas de la historia.
El 8 de marzo comercial, es regresivo en cuanto retrata el estereotipo de una mujer eróticamente dependiente del deseo masculino y el mandato de la hiper-feminización; dependencia en sentido existencial, una ser para otrxs. Regresión porque la actualidad ha desdibujado el rol de mujer pública y empoderada que caracterizó a las mujeres de la Europa socialista; privilegiando una postal de mujer focalizada en la imagen personal, emplazada en lo público (no en igualdad de términos que la población considerada masculina), pero también arraigada en “lo doméstico y familiar”.
Otro aspecto relevante y pertinente es la discusión en torno al tratamiento por separado de “los temas de mujeres o de género”. Son varias las posturas. Están quienes entienden como una práctica discriminatoria (positiva) el hecho de que exista un día de la mujer, al igual que existe un suplemento de mujer o género apartado del cuerpo del diario, o una especialista en género dentro de los programas de televisión que generalmente son mujeres hablando de mujeres y para mujeres. En otra perspectiva, están quienes consideran que ciertos espacios emergentes dentro de la academia, los medios, las políticas públicas centrados en el género como problema de gestión del poder, reflejan un avance social, y legitiman debates, antes pormenorizadas.
Consideramos que, de antemano, cualquier posición –a favor o en contra-, puede resultar sesgada, ya que la existencia por sí sola de un área “de género” en cualquier instancia social, no define su carácter transformador o reproductor del sistema vigente. Para evaluar el impacto de un mensaje o de una práctica social que posicione al género como un tema de borde, es necesario indagar su direccionalidad política, sus condiciones de producción, el producto en sí y las distintas apropiaciones del mismo.
Además, es fundamental leerlo en clave política, por tanto estratégica, comprendiendo la política como una lucha permanente y a la vez, móvil, por la denominación de lo real. Un taller en el barrio “para mujeres”, puede pecar de sexista en primera instancia, pero será el momento adecuado, para desanudar junto a ellas, en un ámbito de mayor confidencialidad, manifestaciones de la violencia de género, que tenemos muchas veces rutinizadas, para después abrir la problemática a la comunidad. El Encuentro Nacional de Mujeres también es sometido a cuestionamientos semejantes, por su “matrícula” cerrada y exclusiva a (bio?) mujeres.
A pesar de estos interrogantes, constructivos para seguir pensado las relaciones de género y las estrategias para pensarlas colectivamente, depende de nosotras “aprovechar” el Día Internacional de la Mujer para denunciar, los pequeñas y grandes, mecanismos de opresión que sufrimos por elegir una identidad femenina, o bien, por ser vistas socialmente como mujeres, desde el lente de la heteronorma. Aunque el día de las mujeres (y de todas las personas) sea todos los días, no se puede ignorar la carga celebratoria que para muchas mujeres conlleva esta fecha. El movimiento de mujeres, en su diversidad, debe disputar sentido transversalmente, en todos los frentes, y el 8 de marzo, no está exento.
[*] Centro de Comunicación y Género, FPyCS, UNLP.
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