sábado, 14 de abril de 2012

Masculinidad al volante, cómo los medios (no) la analizan


Desde la década del ‘60 los estudios de género irrumpieron en la academia con fuerza, en ese momento el sujeto estudiado fue la mujer, ya que esta se encontraba con los derechos más vulnerados. Más tarde, sobre los ’90, fue necesario empezar a estudiar al hombre, otro de los actores principales en el desigual escenario de las relaciones de género.
De esta forma, desde la academia (fundamentalmente anglosajona), con Raewyn Connell (antes Robert), Michael Kaufman,  Michel Kimmel y Élisabeth Badinter como abanderad@s, el sujeto varón/hombre se hizo presente en estos estudios. Así como se mostraba imprescindible deconstruir el sujeto mujer y la feminidad como esencia, lo era la deconstrucción del concepto de masculinidad como esencia del hombre. Los mitos de cómo debe ser un hombre de verdad, su ligazón con el mundo público, las contradicciones de poder, las características de la masculinidad hegemónica, la homofobia, etc, fueron sugiriendo que más que un concepto único e inalterable (masculinidad) el ser hombre estaba encarnado en diversas identidades (masculinidades).
Al mismo tiempo, se fue develando que dentro de la estructura patriarcal, habitaba otra (en realidad la misma, pero con otra lógica) estructura de poder que era opresora con los hombres que (por decisión propia o impuesta) no buscaban el “ideal masculino” o no encajaban dentro del estereotipo de “hombre de verdad”.
Las primeras publicaciones estudian en general las condiciones de producción de lo que se denomino masculinidad hegemónica (ese ideal de cómo debe ser un hombre); Badinter muestra cómo ese tipo de masculinidad se define en principio a través de cuestiones negativas, esto es, un hombre debe mostrar que no es un bebé, que no es una mujer, y que no es homosexual; Connell hace un muy buen análisis relacionando al hombre con el poder y las distintas relaciones que existen en este ejercicio; Kaufman, al igual que Connell, también se muestra interesado en cómo el hombre intenta mostrarse en control de todo lo que lo rodea (con las contradicciones que esto genera) y cómo la masculinidad hegemónica  ejerce la violencia contra las mujeres; por su parte, Kimmel estudia en profundidad la homofobia característica de este tipo de identidad. Partiendo de las teorías feministas, y enmarcados dentro de los Estudios de Género, se preguntan acerca de la particularidad de los hombres, sobre la configuración identitaria, en definitiva, sobre lo que significa ser hombre. Estas preguntas giran en torno a cómo se producen las masculinidades, más que tratar de explicar la condición heredada, entendiendo que las identidades (múltiples y multiformes) no llevan un sello de nacimiento, sino que a lo largo de la vida (a través de las diferentes socializaciones) se irán construyendo, y al mismo tiempo modificándose, aunque igualmente sobre una base, siendo una muy  importante la cuestión genérica.
Si bien los estudios sobre mujeres han arrojado mucha luz y permitido recortar la enorme desigual existente, hay todavía mucho por hacer si queremos una sociedad más justa, igualitaria y equitativa. Los estudios sobre los hombres y las masculinidades pueden ayudar a este objetivo, mostrando cómo esta estructura patriarcal no sólo es injusta con las mujeres y las personas trans (aunque son las que más la sufren) sino con los hombres mismos.
En este sentido, los estudios de género sirven para poder indagar en las diferentes problemáticas que nos atraviesan, y de esta forma podemos ver hacia donde estamos yendo como sociedad, y fundamentalmente, nos puede servir para saber hacia dónde podemos ir.
En relación a esto, los medios de comunicación no hacen eco de los diversos avances en las problemáticas de género; como caso ejemplificador sirve la figura de femicidio, que después de mucho tiempo se logró incorporar (en algunos casos, no todos) en la descripción de las noticias donde mujeres son asesinadas a manos de su pareja o ex-pareja. Entonces, a la hora de dar explicaciones sobre determinadas problemáticas, terminan aludiendo a razones de sentido común que terminan por entorpecer la búsqueda de soluciones.
En el caso específico de los accidentes automovilísticos mucho se dice, mucho se habla; poco se explica. Se aluden a “errores” humanos, exceso de alcohol y/o drogas, falta de descanso, etc. Estas razones  no terminan de dar cuenta del fenómeno. En estas, no entra en juego la cuestión de género (variable fundamental a la hora de analizar problemáticas) por lo que cualquier dictamen quedará incompleto. Claros ejemplos de esto son los casos de La Hiena Barrios, o el chico de 15 años que le robó el auto a la madre. [1]


Si nos ponemos a analizar detalladamente las estadísticas, veremos que la gran mayoría de los “accidentes” (utilizo las comillas porque es difícil considerar como accidente cuando una persona deliberadamente conduce por encima del límite permitido, o se adelanta en lugares donde no procede, o cuando pasa un semáforo en rojo) son causados por hombres, con lo cual habría que investigar el porqué esto sucede, cuáles son las causas que hacen que los hombres cometan más accidentes, poniendo en riesgo su vida y la de otr@s.
Los medios de comunicación entonces, si bien no crean o generan determinadas violencias, poseen un determinado poder de reproducción de los sentidos que producen, con lo cual son un espacio fundamental a la hora de generar discursos. Si pretendemos modificar determinadas tendencias en lo correspondiente a los accidentes automovilísticos, el accionar de los medios se hace imprescindible para generar o mantener determinados debates con perspectiva de género.
El estudio de las masculinidades debe tener como objetivo no sólo brindar información sobre las identidades masculinas, sino aportar datos que permitan generar políticas públicas.


Cristhian Balgane
Integrante del Observatorio de Medios con perspectiva de Género - Facultad de Periodismo y Comunicación Social

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