Desde la década del ‘60 los estudios de género
irrumpieron en la academia con fuerza, en ese momento el sujeto estudiado fue
la mujer, ya que esta se encontraba con los derechos más vulnerados. Más tarde,
sobre los ’90, fue necesario empezar a estudiar al hombre, otro de los actores
principales en el desigual escenario de las relaciones de género.
De esta forma, desde la academia (fundamentalmente anglosajona),
con Raewyn Connell (antes Robert), Michael Kaufman, Michel Kimmel y Élisabeth Badinter como abanderad@s, el sujeto varón/hombre se hizo
presente en estos estudios. Así como se mostraba imprescindible deconstruir el
sujeto mujer y la feminidad como esencia, lo era la deconstrucción del concepto
de masculinidad como esencia del hombre. Los mitos de cómo debe ser un hombre
de verdad, su ligazón con el mundo público, las contradicciones de poder, las características
de la masculinidad hegemónica, la homofobia, etc, fueron sugiriendo que más que
un concepto único e inalterable (masculinidad) el ser hombre estaba encarnado
en diversas identidades (masculinidades).
Al mismo tiempo, se fue develando que dentro de la
estructura patriarcal, habitaba otra (en realidad la misma, pero con otra
lógica) estructura de poder que era opresora con los hombres que (por decisión
propia o impuesta) no buscaban el “ideal masculino” o no encajaban dentro del
estereotipo de “hombre de verdad”.
Las primeras publicaciones estudian en general las
condiciones de producción de lo que se denomino masculinidad hegemónica (ese
ideal de cómo debe ser un hombre); Badinter muestra cómo ese tipo de
masculinidad se define en principio a través de cuestiones negativas, esto es,
un hombre debe mostrar que no es un bebé, que no es una mujer, y que no es
homosexual; Connell hace un muy buen análisis relacionando al hombre con el
poder y las distintas relaciones que existen en este ejercicio; Kaufman, al
igual que Connell, también se muestra interesado en cómo el hombre intenta
mostrarse en control de todo lo que lo rodea (con las contradicciones que esto
genera) y cómo la masculinidad hegemónica
ejerce la violencia contra las mujeres; por su parte, Kimmel estudia en
profundidad la homofobia característica de este tipo de identidad. Partiendo de
las teorías feministas, y enmarcados dentro de los Estudios de Género, se
preguntan acerca de la particularidad de los hombres, sobre la configuración identitaria,
en definitiva, sobre lo que significa ser hombre. Estas preguntas giran en
torno a cómo se producen las masculinidades, más que tratar de explicar la
condición heredada, entendiendo que las identidades (múltiples y multiformes)
no llevan un sello de nacimiento, sino que a lo largo de la vida (a través de
las diferentes socializaciones) se irán construyendo, y al mismo tiempo
modificándose, aunque igualmente sobre una base, siendo una muy importante la cuestión genérica.
Si bien los estudios sobre mujeres han arrojado mucha luz
y permitido recortar la enorme desigual existente, hay todavía mucho por hacer
si queremos una sociedad más justa, igualitaria y equitativa. Los estudios
sobre los hombres y las masculinidades pueden ayudar a este objetivo, mostrando
cómo esta estructura patriarcal no sólo es injusta con las mujeres y las
personas trans (aunque son las que más la sufren) sino con los hombres mismos.
En este sentido, los estudios de género sirven para poder
indagar en las diferentes problemáticas que nos atraviesan, y de esta forma podemos
ver hacia donde estamos yendo como sociedad, y fundamentalmente, nos puede
servir para saber hacia dónde podemos ir.
En relación a esto, los medios de comunicación no hacen
eco de los diversos avances en las problemáticas de género; como caso
ejemplificador sirve la figura de femicidio, que después de mucho tiempo se
logró incorporar (en algunos casos, no todos) en la descripción de las noticias
donde mujeres son asesinadas a manos de su pareja o ex-pareja. Entonces, a la
hora de dar explicaciones sobre determinadas problemáticas, terminan aludiendo
a razones de sentido común que terminan por entorpecer la búsqueda de
soluciones.
En el caso específico de los accidentes automovilísticos
mucho se dice, mucho se habla; poco se explica. Se aluden a “errores” humanos,
exceso de alcohol y/o drogas, falta de descanso, etc. Estas razones no terminan de dar cuenta del fenómeno. En
estas, no entra en juego la cuestión de género (variable fundamental a la hora
de analizar problemáticas) por lo que cualquier dictamen quedará incompleto. Claros
ejemplos de esto son los casos de La Hiena Barrios, o el chico de 15 años que
le robó el auto a la madre. [1]
Si
nos ponemos a analizar detalladamente las estadísticas, veremos que la gran
mayoría de los “accidentes” (utilizo las comillas porque es difícil considerar
como accidente cuando una persona deliberadamente conduce por encima del límite
permitido, o se adelanta en lugares donde no procede, o cuando pasa un semáforo
en rojo) son causados por hombres, con lo cual habría que investigar el porqué
esto sucede, cuáles son las causas que hacen que los hombres cometan más
accidentes, poniendo en riesgo su vida y la de otr@s.
Los
medios de comunicación entonces, si bien no crean o generan determinadas
violencias, poseen un determinado poder de reproducción de los sentidos que
producen, con lo cual son un espacio fundamental a la hora de generar
discursos. Si pretendemos modificar determinadas tendencias en lo
correspondiente a los accidentes automovilísticos, el accionar de los medios se
hace imprescindible para generar o mantener determinados debates con
perspectiva de género.
El
estudio de las masculinidades debe tener como objetivo no sólo brindar
información sobre las identidades masculinas, sino aportar datos que permitan
generar políticas públicas.
Cristhian Balgane
Integrante del Observatorio de Medios con perspectiva de Género - Facultad de Periodismo y Comunicación Social
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