Por María Florencia Actis*
Desde hace 14 años, cada 25 de
noviembre se lleva a cabo oficialmente el día de la no violencia contra las
mujeres, luego de que la Asamblea General de Naciones Unidas así lo dispusiese,
en conmemoración de los asesinatos perpetrados por la dictadura de Rafael
Trujillo en perjuicio de las hermanas Patria, Minerva y Santa Teresa Mirabal,
en 1960.
Porque las consignas se sitúan y actualizan
conforme a las condiciones sociales
espaciotemporales, la lucha que sale a las calles hoy y congrega miles
de mujeres en más de 80 países, se reconfigura como el día de la no violencia
de género, nucleando no sólo las demandas de las mujeres, sino también las voces
de otrxs sujtexs políticxs, brutal y cotidianamente violentadxs por el sistema
patriarcal vigente.
Como entiende y desarrolla Rita
Segato en El Género en la Antropología y
más allá de ella, “los géneros constituyen una emanación de posiciones en
una estructura abstracta de relaciones fijada por la experiencia humana,
acumulada en un tiempo muy largo, que se confunde con el tiempo filogenético de
la especie; estructura que impone al mundo una ordenación jerárquica, y
contiene la simiente de las relaciones de poder en la sociedad”. Las
configuraciones de poder que funda dicha estructura, y los significados que
adjudica a cada género, organiza la desigualdad, normaliza el ejercicio de la
violencia. En este sentido, el 25 de noviembre se posiciona como una instancia
fértil donde intersectar denuncias y
transparentar realidades marcadas por la violencia institucional y policial,
por la discriminación e indiferencia social, en distintos escenarios públicos y
privados.
Una de las banderas que encabeza
las manifestaciones en el marco del 25 de noviembre a lo largo del continente,
es la que exige aborto legal, seguro y gratuito. En nuestro país, puntualmente
es tematizada en diferentes espacios estratégicos de decisión e incidencia
política por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Libre, Seguro y
Gratuito. También conocida como “campaña verde”, esta iniciativa federal
surgida en 2005, sintetiza una correlación de fuerzas y esfuerzos entre
organizaciones feministas, en muchísimos aspectos disímiles, una apuesta a una
alianza pluridiversa.
La necesidad de visibilizar con carácter
prioritario la clandestinidad del aborto y su impacto en esta fecha, está
vinculada a la necesidad de abrir el juego, y abandonar la idea no menos
equivocada que unidireccional, de que la violencia de género es la violencia
física que ejerce un varón sobre una mujer en el contexto de una relación, o ex
relación, sexo-afectiva. También es violencia de género cuando los gobiernos
niegan, por acción u omisión, a través de las instituciones del Estado, derechos
a las mujeres, soberanía sobre sus cuerpos, y se redimen responsabilidades
políticas a la hora de velar por sus vidas. Esta modalidad de violencia
instituida, constituye una deuda crucial de las democracias latinoamericanas.
A tan sólo un día de que alrededor de 20 mil
mujeres se reúnan en la localidad de San Juan en el XXVIII Encuentro Nacional
de Mujeres, este 25 de noviembre encontró a las mujeres y a todxs aquellxs
sujetxs movilizadxs contra de las violencias patriarcales en el espacio público
nuevamente, con más ímpetu y formas organizativas de cara a sus reclamos,
históricos y emergentes.
*Observatorio de Medios, Comunicación y Género, Centro de Comunicación
y Género.