viernes, 7 de marzo de 2014

8 de marzo: negociaciones en torno al Día Internacional de la Mujer

[*] María Florencia Actis.
El día Internacional de la mujer ha devenido en una oportunidad más del patriarcado para mercantilizar nuestros derechos.  Marzo se conoce como “el mes de la mujer”, en el cual distintos comercios y marcas ofertan sus productos de belleza, indumentaria “femenina” y electrodomésticos  hogareños, con importantes descuentos y promociones. También se presenta como una instancia en que varones agasajan con cenas,  flores, chocolates y piropos a “sus mujeres”.  
En este sentido, la crítica a este proceso de banalización y vaciamiento de sentido político (pero establecimiento de otros sentidos) del 8 de marzo, está relacionada con varias cuestiones, de las cuales mencionaremos sólo algunas. En primer lugar, se conmemora este día, porque a principios de siglo en Europa, más precisamente en 1910 en la capital danesa de Copenhague, la militante comunista Clara Zetkin, propuso declarar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en una conferencia integrada por más de cien mujeres, provenientes de diecisiete países; moción aceptada por unanimidad con el objetivo de visibilizar las condiciones de inequidad en que trabajaban las mujeres respecto de los varones, y la restricción para ellas de la esfera política tradicional. En el período previo al inicio de la Primera Guerra Mundial, las mujeres se organizaban en reclamo de paz y  de una mejor calidad de vida, la mayoría de las veces, de manera “ofensiva”, tomando la voz y las calles. El 8 de marzo, desde sus albores, se erigió como un escenario de lucha, donde la mujer por diferentes causas, ya sea en defensa de sus propios derechos, o en exigencia de una vida digna para sus hijos/as y esposos, se han convertido en sujetxs protagonistas de la historia.
El 8 de marzo comercial, es regresivo en cuanto retrata el estereotipo de una mujer eróticamente dependiente del deseo masculino y el mandato de la hiper-feminización; dependencia en sentido existencial, una ser para otrxs. Regresión porque la actualidad ha desdibujado el rol de mujer pública y empoderada que caracterizó a las mujeres de la Europa socialista; privilegiando una postal de mujer focalizada en la imagen personal,  emplazada en lo público (no en igualdad de términos que la población considerada masculina), pero también arraigada en “lo doméstico y familiar”.
Otro aspecto relevante y pertinente es la discusión en torno al tratamiento por separado de “los temas de mujeres o de género”. Son varias las posturas. Están quienes entienden como una práctica discriminatoria (positiva) el hecho de que exista un día de la mujer, al igual que existe un suplemento de mujer o género apartado del cuerpo del diario, o una especialista en género dentro de los programas de televisión que generalmente son mujeres hablando de mujeres y para mujeres. En otra perspectiva, están quienes consideran que ciertos espacios emergentes dentro de la academia, los medios, las políticas públicas centrados en el género como problema de gestión del poder,  reflejan un avance social, y legitiman debates, antes pormenorizadas.
Consideramos que, de antemano, cualquier posición –a favor o en contra-, puede resultar sesgada, ya que la existencia por sí sola de un área “de género” en cualquier instancia social, no define su carácter transformador o reproductor del sistema vigente.  Para evaluar el impacto de un mensaje o de una práctica social que posicione al género como un tema de borde, es necesario indagar su direccionalidad política, sus condiciones de producción, el producto en sí y las distintas apropiaciones del mismo.
Además, es fundamental leerlo en clave política, por tanto estratégica, comprendiendo la política como una lucha permanente y a la vez, móvil, por la denominación de lo real. Un taller en el barrio “para mujeres”, puede pecar de sexista en primera instancia, pero será el momento adecuado, para  desanudar junto a ellas, en un ámbito de mayor confidencialidad, manifestaciones de la violencia de género, que tenemos muchas veces rutinizadas, para después abrir la problemática a la comunidad. El Encuentro Nacional de Mujeres también es sometido a cuestionamientos semejantes, por su “matrícula” cerrada y exclusiva a (bio?) mujeres.
A pesar de estos interrogantes, constructivos para seguir pensado las relaciones de género y las estrategias para pensarlas colectivamente, depende de nosotras “aprovechar” el Día Internacional de la Mujer  para denunciar, los pequeñas y grandes, mecanismos de opresión que sufrimos por elegir una identidad femenina, o bien, por ser vistas socialmente como mujeres, desde el lente de la heteronorma. Aunque el día de las mujeres (y de todas las personas) sea todos los días, no se puede ignorar la carga celebratoria que para muchas mujeres conlleva esta fecha. El movimiento de mujeres, en su diversidad, debe disputar sentido transversalmente, en todos los frentes, y el 8 de marzo, no está exento.
[*] Centro de Comunicación y Género, FPyCS, UNLP.

A siete años del feminicidio de Sandra Ayala Gamboa

*Por María Florencia Actis.
Sandra Ayala Gamboa llegó a la Argentina el 28 de octubre del 2006 para estudiar medicina en La Plata. El 16 de febrero del 2007, fue a una entrevista de trabajo y nunca volvió a su casa. Una semana después la encontraron violada y asesinada en Rentas - Archivo del Ministerio de Economía (actual ARBA). En octubre de 2012, se inició el juicio de la causa, y en noviembre se dio a conocer una sentencia, insuficiente teniendo en cuenta las expectativas tanto de su madre, Nelly, como de las propias organizaciones y colectivos/as que la acompañaron desde los primeros meses.
Dicha sentencia, emitida por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 5 de La Plata, condenó a Diego José Cadícamo, único imputado por el asesinato de Sandra, a 21 años de prisión, y por la violación de 7 mujeres más, en algunos casos, inmigrantes como Sandra, y menores de edad. No obstante, más allá de la autoría material del hecho, faltó esclarecer, puntualizar y juzgar a otros actores responsables y cómplices, precisamente por tratarse de un crimen acaecido en un edificio del Estado Provincial. El abogado defensor de la familia Gamboa había solicitado ampliar  la causa para investigar a quienes ingresaron al lugar durante los días que tardaron en encontrar el cadáver de Sandra.
A 7 años del feminicidio, a raíz del carácter express del juicio y parcial de la sentencia, perdura la sensación de impunidad e indignación ya que la causa no aborda un femicidio más, sino que agrega un componente de complejidad y gravedad por involucrar al Estado de la provincia.
A partir de la particularidad de la implicancia estatal- por acción u omisión-, podríamos re-encuadrar el asesinato en la carátula, de mayor connotación política, de feminicidio. A diferencia del concepto de femicidio, que presume un victimario concreto, feminicidio remite a otra escala de responsabilidades, y denuncia la inactividad, el incumplimiento, la negligencia y el silenciamiento de las autoridades competentes, y el desconocimiento a convenciones internacionales, en el caso de Argentina, a la ley nacional 26. 485, de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.
También se considera feminicidio cuando el Estado no da garantías a las mujeres y no crea condiciones de seguridad para sus vidas ya sea en el hogar, en el lugar de trabajo, de ocio, en el marco de cualquier institución estatal o en la vía pública.
Un claro indicativo dentro del expediente de Sandra, es la inacción y lentitud a la hora de realizar las diligencias necesarias por parte del personal policial de la Comisaría  1° de la ciudad, donde se radicaron las denuncias de sus familiares, luego de la desaparición de la joven y hasta el día en que hallaron su cuerpo. Esta situación fue sometida a investigación, gracias al pedido del abogado defensor, bajo el presunto “ilícito de acción pública”.  
Una de las consignas que nuclea las movilizaciones actuales por Sandra, es el repudio a la apertura del edifico como oficinas, y la recuperación del mismo para asistencia a víctimas de violencia de género. Posicionar el concepto de feminicidio como consigna de lucha, y promover su uso jurídico al momento de dar cuenta de las múltiples formas de violencia de género que soportan las mujeres víctimas y de los múltiples agresores –directos y colaterales- que participan del hecho,   desmoralizando y ultrajando la integridad y autoestima de las mujeres en distintas instancias, constituye un desafío para el movimiento de mujeres en las calles, y ante futuras causas.
(*) Observatorio de Medios, Comunicación y Género, Centro de Comunicación y Género, FPyCS, UNLP.

La dimensión institucional de la violencia de género

(*) Por María Florencia Actis.
En el día de ayer, trascendió a través de los medios y redes sociales la brutal golpiza que una mujer sufrió en la comisaría 4ta. de Virreyes, en San Fernando, cuando fue a denunciar un caso de violencia de género perpetrado por su hermano. El hecho fue registrado con la cámara de un teléfono celular y el video, que evidenciaba la situación en que fue agredida y a sus dos agresores, circuló públicamente.
El hecho devino rápidamente en noticia por el nivel y tipo de violencia ejercida por parte del personal policial, y  el impacto visual causado por el soporte técnico. Vale aclarar, que las mujeres denunciantes de violencia de género padecen “normalmente” diversas formas de maltrato y revictimización en las comisarías.
A la circularidad inherente al llamado ciclo de la violencia de género al interior de las relaciones de pareja (“acumulación de tensión”, “explosión violenta”, “distanciamiento” y “reconciliación o luna de miel”), se le suma una dimensión de lo circular que involucra a agentes externos. El personal policial, judicial y hasta médico, lxs vecinxs, amigxs e incluso la familia, suele reproducir sentidos, roles, tratos propios del ciclo de violencia “interno” pero en otras instancias.
Se podría establecer una dialéctica de retroalimentación entre ambos círculos cuyo componente de violencia no se origina en el seno de la pareja, sino que es en la pareja que se configura y consolida un tipo de relación, en sintonía con relaciones de poder constitutivas a una cadena de instituciones y lógicas de funcionamiento social. Cuando el ciclo de violencia de género en el marco de una pareja exaspera y se vuelve inteligible, no encuentra respuesta en su entorno, en instituciones sociales donde todavía perduran concepciones misóginas, resabios del “algo habrán hecho”. En este sentido, la estructura dialéctica y los círculos de violencia, deben frenarse no sólo mediante mecanismos  ágiles de atención a las mujeres víctimas, sino también y principalmente, con prevención, transformando discursos y relaciones sociales instituidas, que suelen provocar maltrato físico y “denunciable”.
En el caso de los policías de San Fernando, la violencia y el abuso se manifiesta en su versión más cruda. La institución policial nuevamente protagonizando un hecho ilegal y déspota, que pone en juego no sólo la modalidad de apremio que emplea cotidianamente la policía contra lxs pobres que “habitan” las comisarías, sino la lectura que tiene de las mujeres, y de la violencia que soportan. Resulta fundamental comprender que no se trata del accionar aislado de dos policías, sino de un desconocimiento y una deslegitimación sistemática de la violencia de género como problemática de agenda, por parte de esta institución.  
Del mismo modo que lxs médicos en los hospitales públicos se niegan a asistir a una mujer que llega a la guardia con hemorragia luego de practicarse un aborto “clandestinamente”, estos hechos de violencia policial e institucional son en sí mismos, tipificables como violencia de género.
 (*) Centro de Comunicación y Género, FPyCS, UNLP.