jueves, 30 de agosto de 2012

Se multiplican los femicidios, se repiten las historias


*Por María Florencia Actis, Observatorio de Comunicación y Género (FPycS)

                El acontecimiento de Benavídez tipifica un aspecto sobresaliente respecto a otros casos “ordinarios” de femicidios publicados a diario en las crónicas policiales, que reside en el factor numérico del triple asesinato. Sin embargo no habría motivo para jerarquizar, calificar o separar, los crímenes de género. Más allá de las historias de vida teñidas por las condiciones socio-económicas, el entramado familiar, el lugar geográfico donde transcurren o la especificidad del  escenario donde se desatan los hechos como el modus operandi, el móvil siempre es misógino y a éste subyace un “derecho” de control, abuso y mutilación sobre el cuerpo femenino, sedimentado por siglos en el inconsciente colectivo, mediante estrategias de consenso. 
                Puntualmente, en el último mes, pueden trazarse claras continuidades entre los casos de notoriedad que gozaron de permanencia mediática: el de la joven que terminó internada luego de sufrir cuatro horas de tortura por parte de su ex, el video filmado en Bahía Blanca que muestra cómo una mujer fue agredida, delante de su hija, en manos de su reciente ex pareja y padre de la testigo, y el mencionado en Benavídez, cúlmine con el asesinato de tres mujeres. Denominadores comunes: una vez finalizadas las relaciones, los hombres hostigan a las mujeres por medio del acoso y la cosificación, considerándolas parte de su patrimonio; las llamadas relaciones “de pareja” o “sentimentales”, mientras duraron, poco tuvieron de amor e igualdad ya que todas registran antecedentes de violencia de género, en dos de los casos, con denuncias efectuadas.
                   En cuanto a los medios, no es nuevo que constituyen, y más aun hoy con las posibilidades de acceso masivo que ofrecen las nuevas tecnologías e Internet, un campo fértil de formación de opiniones, además de un sugerente portavoz de ciertas cosmovisiones. Algunos, en el mejor de los casos, buscan absorber discusiones coyunturales que reflejan progresos en los modos de enunciación y profundizar este viraje (no meramente) lingüístico, como el uso normalizado del término violencia de género, sería de avanzada si la aspiración es restituir el ordenamiento patriarcal y, desde sus albores, los principales medios han soplado a favor del statu quo. Otros, insisten en matizar con morbo la construcción de la noticia e incluyen detalles accesorios entre los elementos de titulación (“Tres mujeres fueron asesinadas a cuchillazos”) o el uso de adjetivos como “trágico episodio” o “ropa ensangrentada” y remates novelescos que exaltan componentes de vehemencia: “Creen que se trató de una venganza ya que al sospechoso, lo había dejado su pareja”. Otro ejemplo de igual envergadura, “la probable secuencia homicida (…)la primera de las víctimas fue la abuela de 76 años, asesinada a puñaladas, después siguió el turno de la menor de las víctimas, de 6 años, quien fue estrangulada con un cable”.
                 Se impone la consigna de politizar y hermanar  las realidades materiales y subjetivas que cruzan las biografías de cada femicidio, reconstruidas por la prensa en el seno de la esfera privada, en una imprecisa cobertura donde se instala en titulares la noción de violencia de género, sin haber lapidado la tonalidad de pasión y reacción violenta en el cuerpo de la nota. Por ello, se insiste en el reconocimiento político, legal y cultural de la categoría de feminicidio, la cual confiere unidad de sentido a los asesinatos de mujeres  y considera los distintos terrorismos perpetrados contra ellas, que comprende desde una golpiza hasta los mandatos de maternidad o heterosexualidad (Serie Antropológica, “Qué es un feminicidio: Notas para un debate emergente”, Rita Laura Segato”).
                 



jueves, 16 de agosto de 2012

Silencio institucional




*Por María Florencia Actis, Observatorio de Comunicación y Género (FPyCS)

La violencia de género es definida, de acuerdo a lo dispuesto en la ley 26.485, de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, como toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial. Es decir, la promulgación de dicho marco legal sumerge dentro de los límites de la llamada violencia de género, formas institucionales de negar o dejar pasar situaciones de violencia, que en muchos casos culminan con la muerte de la mujer.
El reciente caso trascendente en los medios, fue el de Natalia Riquelme, brutalmente golpeada por su ex pareja, delante de su hija de cinco años. La mujer había dejado sentadas diecisiete denuncias ante la Justicia y ha pedido ayuda sistemática desde hace dos años ante la Comisaría de la Mujer y el Tribunal de Familia, incluso por una situación de abuso sexual del hombre contra Milagros, la nena que tenían en común, pero ninguna de las dos entidades brindó respuestas.
En cuanto a la cobertura mediática del caso en Diario Clarín (“Filmó a ex pareja mientras la golpeaba delante de su hija”), las fuentes utilizadas para reconstruir la escena puntual de violencia fueron el contenido del video registrado por un/a allegado/a a la mujer, testimonios de la víctima referidos a una historia circular de violencia y también citas directas del personal de la Subsecretaría de Niñez, Familia y Adolescencia de Bahía Blanca, ciudad donde residía “la familia” y transcurrió el hecho noticiable. A lo largo de la nota, se enfatiza la ausencia  de actuación judicial, destacada en varias oportunidades: “Nadie la escuchó”, “El padre aún no tiene orden de detención”, “Y a la Justicia le tengo que llevar a mi hija lastimada para que le quiten las visitas al padre”.
Un día después, en los periódicos la cara de una nueva víctima, María Elizabeth Elías, quien terminó internada luego de ser golpeada y picaneada durante cuatro horas consecutivas por su ex novio. La nota de Página/12 al respecto (“Violencia de Género en su grado más perverso”) no sólo tituló haciendo alusión a la “violencia de género”, categoría  de máxima pertinencia para nuclear estos acontecimientos, sino también sistematizando de algún modo este caso en una secuencia de tantos otros que suceden cotidianamente. Incluso, se recuerda hacia el final de la nota, el caso de Bahía Blanca y el femicidio en San Juan, los tres acaecidos y resonantes en la misma semana. Sin embargo, se hace una breve insinuación en los últimos dos párrafos, a las organismos estructurales que deben, no sólo sancionar las situaciones de violencia de género y proveerse de las condiciones necesarias para atenderlas en su estado de emergencia, sino también, y fundamentalmente, prevenirlas. Para ello, se vale del testimonio de Fabia Túñez, militante de la ONG, La Casa del Encuentro.  
Dicha organización, registró sólo en el año 2011, 282 femicidios, manifestación extrema de la violencia de género, y en los medios ya son usuales las notas que describen mujeres agónicas en  salas de terapia intensiva a lo largo y ancho del país, tras sobrevivir episodios de maltrato físico o confusos “juegos con alcohol o nafta”.  Lo que es urgente resaltar dentro del relato periodístico y en la realidad empírica, es la dimensión social y cultural de la violencia de género, y por tanto la responsabilidad de las dependencias públicas. El concepto de feminicidio que introduce Rita Laura Segato (“Qué es un feminicidio. Notas para un debate emergente”) circunscribe los femicidios en su conjunto como crímenes del patriarcado, habla de “círculos concéntricos formados por una variedad de agresiones al cuerpo femenino”, complejiza la mirada normalizada de los medios de comunicación y cruza la variable socio-histórica con la que carga cada femicidio en particular. Se plantea un componente intrínseco de “lo público” en estas violencias.  Pareciera que la situación de las mujeres tiene que ser límite para que las instituciones del estado se hagan eco, asuman su incumbencia en el marco de las políticas públicas y relean la violencia machista como un asunto político.  





miércoles, 15 de agosto de 2012

VIOLENCIA MACHISTA MEDIATIZADA: LAS CRÓNICAS DESESPERADAS DE NATALIA Y ELIZABETH


*Por María Belén Rosales, Observatorio de Comunicación y Género (FPyCS)

Desesperación, impotencia, terror. Estos fueron los rasgos de las expresiones vertidas por Natalia Riquelme frente a las cámaras de televisión mientras relataba el largo calvario que significó estar sometida a  las permanentes  agresiones físicas y psicológicas propiciadas por su ex pareja Julián Bilbao. “No puedo salir a comprar, no puedo ir a la plaza con la nena ni tener amigos”, explicaba con lágrimas en los ojos.
Diecisiete veces la mujer radicó la denuncia ante la justicia en Bahía Blanca. La humillación ante la inacción y la inoperancia de los funcionarios, agentes policiales  y judiciales ante los pedidos desesperados fue el impulso que la motorizó a expresarse públicamente, a  hablarle ante la sociedad haciendo visible su caso en la pantalla chica.
En la última visita que Natalia realizó a Bilbao, su  hermano se había decidido a filmar la escena, predispuesto a registrar lo que luego se convirtió en una prueba contundente ante la cual la opinión pública y los medios de comunicación se movilizaron: el video muestra  a Natalia y a su hija Milagros, de 5 años, acercándose a la reja de su casa. Del otro lado espera Bilbao. Natalia y su ex pareja intercambian algunas palabras hasta que  el hombre empieza a pegarle a la mujer en la cabeza . Natalia cae al piso. La nena mira la escena. La filmación se corta porque quienes buscan agarrar “in fraganti” a Bilbao corren a ayudar a Natalia.
Ayer, apenas se difundió el video por las redes sociales y los canales de noticias, el intendente Gustavo Bevilacqua, la senadora Diana Larraburu, dos legisladores y funcionarios del gobierno local la visitaron en su casa para ofrecerle abogados y psicólogos para tratar el caso. Natalia los esperó con las copias de las 17 denuncias sobre la mesa. Desde hace más de dos años, pide ayuda en la Comisaría de la Mujer y en el Tribunal de Familia, pero nadie la escuchó . En lo que va del año, denunció tres veces a Bilbao. La última fue hace un mes, también por agresiones.
El mismo día, casi en simultáneo, otra mujer llamada María Elizabeth Elías (31) enviaba a su familia un mensaje de texto para explicar por qué no llegaría al almuerzo por su propio cumpleaños: “Mauro me cagó a palos y estoy internada.”
Tras retenerla en su casa, pegarle y picanearla durante cuatro horas, Mauro Sawko, el hombre que había sido su novio durante tres años y de quien se encontraba separada hacía un mes le revisó el teléfono celular. “La chica no sabe qué vio exactamente su ex novio en el celular, si fue una foto, un mensaje o algún contacto, pero allí comenzaron los golpes”, explicaron fuentes judiciales. Sawko no sólo le pegó cachetazos y golpes de puño, la pateó, la tomó del pelo para arrastrarla por la cocina y la arrojó sobre un desayunador. Elías contó que también, “ya indefensa y tirada boca arriba en el piso, su ex novio se puso a saltar arriba de sus pechos y su abdomen. Ahí creen los médicos que se produjo la hemorragia interna en el bazo”, agregaron los voceros judiciales.
Tras la golpiza Sawko la había dejado en la puerta del Sanatorio Profesor Itoiz, en Avellaneda. Antes de irse, le había pedido que por favor no lo denunciara. La golpiza dejó a Elías con “traumatismos y escoriaciones en el torso y las extremidades”; apenas ingresada al centro médico, debió ser operada por las lesiones en el bazo.
Dos casos mediatizados que muestran la cara del dolor, la extrema vulnerabilidad de las mujeres denunciantes, la deslegitimación de su palabra por parte de las instituciones y funcionarios que debieran garantizar su integridad física y su libertad. Una, internada en grave estado, la otra recluida en su hogar con temor de vida, esperan agónicamente como tantas otras una respuesta, una medida, un atisbo de voluntad que las ayude a transitar una vida libre de violencia y de miedo. La justicia ante la urgencia del horror, camina lento y reacciona sólo cuando ya es demasiado tarde.  Justo, en el momento en que los medios vuelven sobre las crónicas que anuncian que hay “una víctima más” de la violencia machista.

jueves, 9 de agosto de 2012

TINELLI Y LOS MITOS SOCIALES


Esta semana mucha tinta ha corrido en las paginas de los medios con un tema que alcanzo a dividir a la opinión publica. Uno de los protagonistas Tinelli, hizo pública la relación que mantiene con Guillermina Valdez, ex mujer de quien fuera socio de este en algunos proyectos de televisión.
Muy lejos, olvidado y enterrado en la cultura queda el hecho que los griegos, en especial los espartanos mantenían rastros de la conyugalidad primitiva y compartían con el amigo su mujer. Según Engel: “El hombre a quien convenía mas la mujer del amigo podía participar de ella con este. Y se encontraba muy decente poner a  la mujer a la disposición de un “buen semental”, aun cuando este no fuese ciudadano libre”[1]
Viéndolo en perspectiva critica y de género como lo que se trata de llevar adelante desde el observatorio lo que esta en juego es la pertenencia de un cuerpo objeto de una mujer a un hombre. Este a pesar de haber de dejado de pertenecer a Ortega, aun tiene que seguir atado a ciertas normas sociales. No tiene el cuerpo de esta mujer la libertad o el derecho a elegir de hacer con este lo que ella quiera.
Se cuestiona en todos lados la falta de código de Tinelli y lo que se invisibiliza es el sesgo machista de la cuestión con relación a la transgresión de normas sociales. Esta causa como esta a la vista encuentra adeptos rápidos para críticas en hombres y mujeres que se sienten amenazados por esto de romper las reglas de juego en la sociedad.  
Los medios no hacen hincapié en que son dos personas adultas y mayores de edad que decidieron compartir momentos juntos. Como tampoco eso esta presente en los oyentes de las radios, los amigos de cada uno de los protagonistas o de los forista en los diarios on line..
El tema de que cada persona independientemente del genero que posea goza de libertad para elegir a su compañero/a es una cuestión que no esta del todo aceptado en la sociedad patriarcal y machista de hoy en día. 

Aranda, Carina


[1] Engel, Friedrich: “El origen de la familia, la propiedad privada y del estado”. Editorial Claridad S.A. 1993, 2007.